EDICIONES AVERSIVAS

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jueves, 30 de enero de 2014

ENERGÍA A TODA COSTA. NUCLEARES, FRACKING Y RENOVABLES

- Vivimos en la edad de los hidrocarburos y por lo tanto este sistema se sirve de ellos para su subsistencia.[1]La Era del petróleo barato. Ya se lleva tiempo hablando del futuro agotamiento del petróleo, el llamado cenit del petróleo o de la campana de Hubbert…aunque por otro lado se siguen descubriendo yacimientos nuevos de petróleo[2], la demanda aumenta por los llamados países emergentes y la constante industrialización mundial. El problema surge cuando las reservas de petróleo y las expectativas industriales chocan, lo cual supondría un declive o un colapso de la sociedad industrializada. El paulatino agotamiento del preciado oro negro conllevará movimientos geoestratégicos en los Estados además de cambios tecnológicos en el afán de búsqueda y extracción de los yacimientos[3] por lo que el conflicto, la guerra neocolonial y la destrucción ecológica serán el cuadro típico en el que nos encontraremos. La verdad es que el futuro no es muy alentador y los Estados y las corporaciones energéticas lo hacen aún peor, todo en pro de seguir manteniendo a la bestia industrializada y devoradora de recursos viva. El calentamiento global debido a las emisiones de dióxido de carbono ha generado un nuevo producto de publicidad llamado “desarrollo sostenible” con la naturaleza y sus habitantes, por tanto, cualquier acción a la naturaleza que no libere CO2 será considerada como verde, pues no contribuye con el efecto invernadero y por lo tanto es limpia, un buen cuento realizado para las masas acríticas. Y para que el tren del progreso no descarrile hay que alimentarle a toda costa y ante todo.


Dentro de este “desarrollo sostenible” la energía nuclear tendrá uno de los papeles protagonistas. Hace poco el presidente del gobierno Rajoy viajó a la ciudad de Fukusima y dejo claras sus intenciones en materia energética además de hacer un alarde de ignorancia y manipulación diciendo que “el temor sobre la zona es infundado” y que espera “que mi visita ayude a disiparlo”. El alargamiento de vida de la central de Garoña y el nuevo emplazamiento del Almacén Temporal Centralizado (ATC) en el municipio de Villar de Cañas son las primeras pinceladas en la sociedad nuclearizada. Con la “convincente” excusa de crear puestos de trabajo y una buena inyección económica en las arcas públicas se pueden levantar montañas. También es posible que se reabran las minas de uranio de Salamanca y Cáceres. Sea como fuere, se está reavivando la veda nuclearista como posible candidata para paliar los efectos del agotamiento del petróleo a pesar de acontecimientos como el de Fukusima, ya que estos acaban siendo banalizados y ocultados en la medida de lo posible, ya no se habla de desastre sino de gestión de la crisis para evitar el pánico. Ya no se hablan de sus efectos sobre la salud y su permanencia sobre el medio físico miles de años, lo que se intenta es perdurar la estabilidad social, que no haya una alarma social que pueda poner en riesgo el orden establecido. También hablan de descontaminación de la zona y falacias por el estilo cuando saben que no existen métodos para acabar con la radiactividad, sólo para desplazarla. Las consecuencias de un desastre nuclear no desaparecen nunca, solo hay que echar un vistazo a la ciudad de Chernóbil. Confiar en lo nuclear es aceptar un mundo que implica  militarización del territorio, gestión de los desechos nucleares durante miles de años, alta tecnologización y deriva en los expertos, incertidumbre por la posibilidad de accidentes o ataques, fabricación de armas para el exterminio, centralización energética, aparato autoritario, devastación natural y de la salud…Apostar por lo nuclear es condenarse de por vida.

La fractura hidráulica (fracking) es un “nuevo” modelo de extracción de gas mucho más agresivo y contaminante que nos ha sido “exportado” de Estados Unidos  a pesar de los problemas para la salud y la naturaleza que allí causó. El gas convencional sigue el mismo camino de inestabilidad que el crudo, por eso se está teniendo en cuenta la extracción del gas pizarra mediante el fracking a pesar de sus riesgos. La fractura hidráulica consiste en la inyección en el subsuelo de toneladas de agua, arena y químicos a alta presión, hacia abajo y a través de pozos perforados a más de 2.000 m de profundidad. Esta mezcla hace que la capa de pizarra se fracture y salga el gas hacia el pozo. Se utilizan entre 72.000 y 210.000 toneladas de agua (200 camiones cisterna) y se inyectan en el subsuelo entre 1.500 y 4.300 toneladas de productos químicos por plataforma. La vida productiva de los pozos es de unos 7 años, después se tienen que abandonar y sellar. Los impactos medioambientales van desde seísmos a contaminación sobre el agua y atmosférica. Generan numerosos residuos por las numerosas sustancias químicas que se necesitan, además, el fluido residual generado por el fracking contiene varias sustancias toxicas provenientes del subsuelo: metales pesados (arsénico, cromo, plomo y mercurio) y sustancias radiactivas de origen natural (uranio, radio y rodón), bencenos y gran concentración de sales. Por cada plataforma estándar de 6 plazas se generaría entre 15.500 y 72.000 toneladas de agua residual[4]. Por lo que también se contaminarían los pozos subterráneos de agua potable (acuíferos) como ya ha ocurrido en diferentes zonas de EE.UU, sobre todo por su gran concentración de metano. También existe contaminación atmosférica pues se liberan grandes cantidades de componentes orgánicos volátiles y pueden formar nubes de contaminación conocidas como “esmog”[5]. El gas natural está formado en un 97% por metano, que es 23 veces más potente que el CO2 como gas de efecto invernadero. Durante la extracción del gas no convencional se liberan como perdidas gran cantidad de metano. Un estudio realizado por un equipo de la Cornell University de Ithaca (New York) ha calculado que el gas pizarra tiene unas emisiones de gases de efecto invernadero mayores que el carbón. Es decir, que la extracción de gas natural mediante fracking daña la salud y el entorno incluso más que el petróleo o el carbón, así que de energía limpia nada, como nos intentan vender. En el Estado Español ya se han concedido permisos de investigación en Cantabria (El permiso Arquetu), un área que ocupa 24.876 hectáreas en 9 municipios, y también en Urraca de Burgos, un área de 95.000 hectáreas, además de estar tanteando otros muchos lugares de la península. Los permisos de investigación implican perforación, y en el Estado Español ya se está dando luz verde a este tipo de aberraciones. La técnica del fracking está totalmente fuera del debate parlamentario, son proyectos estratégicos que están fuera del “interés general”. Según se vayan agravando las consecuencias de la crisis energética se recurrirá aún más a este tipo de gas no convencional y se pondrá en marcha toda la maquinaria mediática, represiva y legislativa. Por lo que no tiene sentido oponerse al fracking sin cuestionar el modelo económico, político y territorial que lo acompañan[6].  El llamado Estado de Bienestar y las sociedades modernas solo se mantienen con más crecimiento y más capitalismo, con más energía y destrucción.

También se ha hablado mucho de las energías renovables y de una transición energética “limpia” tras el declive de los hidrocarburos. Ahora quienes producen esa energía renovable son empresas multinacionales del sector energético.  No se potencia el autoabastecimiento para el consumo a pequeña escala, más bien se penaliza. El Estado Español pretende cobrar un impuesto a la energía solar y fotovoltaica y mini eólica, por lo que el autoconsumo será más caro que el suministro habitual. Quien no pague este llamado “peaje de respaldo” (término acuñado por Iberdrola) podrá ser sancionado con hasta 60 millones de euros. Su intención es acabar con cualquier posibilidad de autonomía energética por el beneficio de las multinacionales de la energía, ya que las energías renovables están bajo el dominio de la gran industria. Además para su construcción se necesitan materiales extraños, medios industriales ultratecnificados, una instalación y un mantenimiento que necesita ser frecuentemente centralizada, electrónica a todos los niveles, se necesita una red de fabricación de piezas…es decir, que se necesita de la industria, de los transportes y de tecnología punta para desarrollarse a gran escala. Las grandes empresas energéticas se han lanzado a la carrera de las energías renovables por las suculentas subvenciones proporcionadas por los Estado en su mayor medida. Lo importante para ellas es competir, y si es disfrazado de desarrollo sostenible y ecológico pues mejor para su imagen y sus arcas. Lo que se trata de producir son energías renovables industriales para su control y su venta. Por ejemplo, las centrales eólicas las controlas varias multinacionales en el ámbito estatal como Acciona, Iberdrola-ACS, Gamesa, Abengoa que junto a Endesa, Unión Fenosa, Isolux, Fersa e Hidrocantábrico poseen todos los parques de aerogeneradores que vierten a la red eléctrica[7]. Para paliar las bajadas de tensión se necesita el respaldo de centrales térmicas (grandes contaminadoras). Sus impactos medioambientales no son inocuos: deterioro del paisaje, muerte de aves por colisión (entre 3 y 64 aves y murciélagos por generador), ruido, señalización nocturna (efecto discoteca), campos electromagnéticos…                             La vida útil de un aerogenerador es de 20 años y los materiales con los que están construidos no son para nada renovables (plásticos, fibra de vidrio, hormigón…). Es decir, que de energía limpia nada, ni frena el calentamiento global, ni reduce el precio de la electricidad, ni la dependencia del petróleo o el gas, no sustituye a nada, es sobre todo un gran negocio en manos de unas pocas empresas que se sirven de la explotación del territorio, la fagocitación de subvenciones y para disponer de una fuente secundaria de electricidad controlada, capitalizada y centralizada.
Viviendo en este mundo donde se necesita de forma masiva para la producción y el consumo masificados más y más energía, cualquier parche o puntal que vaya decelerando la caída será apetecible para nuestra civilización industrial, ignorando sus consecuencias ambientales y para la salud.              

El totalitarismo energético engendrado por el capitalismo mundializado que se basa en la idea de progreso material ilimitado y en la tecnologización de todos los ámbitos de la vida, nos conduce a un ecofascismo propiciado por la militarización de la sociedad y la guerra geoestratégica por recursos energéticos y vitales como el agua. Las renovables como tal no son la solución de nada si queremos vivir en esta civilización del despilfarro y de la esclavitud moderna del consumo. Apuntalar y enriquecerse son sus consignas. Conforme los hidrocarburos y su extracción vayan en declive, la locura industrial y de los Estados hará todo lo posible para que su régimen de dominación y mercancía se mantenga aunque para ello tengan que arrasar el planeta y esquilmar todos los recursos, contaminando territorios y extinguiendo especies, todo en pro del progreso y el bienestar material.


[1] Del petróleo depende la construcción, la agricultura intensiva, la industria química, la farmacéutica y la agroalimentaria, la producción de asfaltos, fibras sintéticas, plásticos, abonos, plaguicidas etc. elementos indispensables para la vida artificial y obligatoria del sistema capitalista.
[2] Como en la amazonia peruana, donde las concesiones petroleras afectan ya a la mayor parte de los territorios de los pueblos indígenas y en numerosas áreas protegidas.
[3] En sitios inhóspitos como en la Antártida o en grandes profundidades, donde su costo de producción se dispararía al igual que los precios de este crudo.
[4] El Permiso Arquetu. Permiso de investigación para el fracking en Cantabria.
[5] Un estudio de Souther Methodis University concluyó que las actividades del gas pizarra generaban mas esmog que todos los coches, camiones y aviones de la región de Dallas-Fort Worth, un área metropolitana de más de 6 millones de habitantes.
[6] Revista Raíces numero 5
[7] Ibid 

A MODO DE RECETA

Perseguimos monstruos que nos harán temblar
Somos conscientes de la profunda crisis económica, social y ecológica que padecemos, los voceros del sistema están ahí para recordárnoslo en sus sesiones de condicionamiento masificado, y como siempre su única receta es “más crecimiento”, es decir, más desarrollismo a cualquier precio. Ahora lo denominan “desarrollo sostenible” ya que la etiqueta de verde vende más y así incorporan al mercado el deterioro medioambiental. El desarrollismo es la ideología dominante y la condición necesaria para que el sistema capitalista y la economía de mercado sigan avanzando, ya que se basan en eso, en el continuo crecimiento para poder seguir siendo economías competitivas en el mercado mundializado.

La calle clama para que se acabe con el paro y que se creen puestos de trabajo a toda costa (da igual lo precarios que sean), para que no se hunda el llamado “estado del bienestar” y con él la educación y la sanidad “publicas” (aunque sería mejor llamarlas educación estatal y sanidad burocratizada). Está claro que esto es simplemente una vuelta de tuerca más para mercantilizar nuestras vidas y hacer de estos servicios públicos más precarios, privatizándolos para hacerlos más rentables beneficiosos. La llamada deuda pública es la que abre la caja de pandora para que se produzcan estas reformas y queden justificadas y legitimizadas.  El proceso de desclasamiento y masificación producido por la sociedad del consumo, el espectáculo y la mercantilización de la vida cotidiana nos ha llevado a un estado de atomización y domesticación donde el ciudadano está totalmente integrado al sistema y solo pide pequeñas reformas de este para que se siga perpetuando y no se detenga su amado modo de vida consumista y cosificado; aunque tenga un trabajo de lo más precario y rastrero, no quiere perder el alocado tren del progreso con sus suvenires y sus comodidades modernas y tecnológicas que previamente nos han sido inculcadas como necesidades por la publicidad.

Todo lo hemos reducido a economía, somos el homo economicus, ésta maneja nuestras vida y dependemos de ella. Se habla de prima de riesgo, inflación, recesión, deuda…problemas todos intrínsecos al capitalismo mundializado y a la competencia mundial provocada entre otras cosas por las potencias emergentes al capitalismo salvaje. Tenemos una fe ciega el progreso y en la técnica creada por la ciencia como soluciones a resolver todos nuestros problemas presentes y futuros, como casi si fuera una religión. La fe salvadora del siglo XXI. Confiamos en sus avances e ignoramos sus múltiples retrocesos y nocividades. No cuestionamos tampoco nuestro sagrado sistema “democrático”, es decir, la partitocracia, ya que como seres consumidores nos gusta también consumir política y delegar nuestras responsabilidades existenciales en los especialistas. Creemos que nuestro sistema es el menos malo de todos los posibles, y es esta una falacia totalmente infundada, solo hace falta echar un vistazo por el mundo a  ver lo que hemos creado de forma tan democrática y libre para darnos cuenta del disparate que esto significa. La cultura de masas y el espectáculo a los que somos expuestos han transformado y deformado nuestra conciencia y nos han convertido en meros consumidores- espectadores asalariados (o pasivos) el mundo de la mercancía y la autoridad.

¿Y qué hacemos sin desarrollismo, progreso y capital? Con ellos ya sabemos lo que hay: destrucción del territorio, explosión demográfica, urbanización sin control, esclavitud asalariada, contaminación, cambio climático, condicionamiento en masa, control totalitario, nuclearización y militarización del territorio, multiplicación de las diferencias sociales, aniquilación ética, anomia social…
¿Y sin Estado? Con él también sabemos lo que hay: autoritarismo, poder, patriotismo, corrupción, status, obediencia y dominación, es decir, el aparato que consigue que todo sea así mediante la represión, el chantaje, el engaño y el enriquecimiento fraccionado.
Para acabar con este sistema de la acumulación y el despilfarro de recursos no podemos hacer solo reformas y pedir pacifica e institucionalmente soluciones a los expertos o a las propias autoridades. Hay dos opciones: O hacer la Revolución, cosa que implicaría una conciencia y una rebeldía ahora inexistentes (pero posibles, no queremos negar la posibilidad de una revolución plena), o reconstruir la sociedad desde abajo y desde lo local. Cambiar totalmente nuestra mentalidad mercantilizada y acomodada para tomar realmente las riendas de nuestras vidas. El futuro no es muy halagüeño y la sociedad tal y como la conocemos puede dar un enorme giro por el agotamiento de los hidrocarburos (sobre todo el llamado petróleo “barato”) y de otros combustibles fósiles, transformando así nuestro modo de vida actual y ser aún más dependientes del Estado y del capitalismo mundial.
Busquemos la autonomía y el autoabastecimiento, todo ello autogobernándonos, creando relaciones directas y comunales, sin dinero, orientándolas a necesidades reales y no impuestas. Organizar modo de vida igualitarios, en gran parte pequeñas organizaciones agrícolas y artesanales, mediante la ocupación y colectivización de tierras, redes de producción y consumo autogestionados y no monetarizadas, uso de energías renovables a pequeña escala… O en la ciudad mediante la recuperación de espacios públicos, huertos urbanos, asambleas de barrio, ocupaciones sociales… Para que exista una verdadera libertad y armonía con la naturaleza tiene que haber un vasto proceso de desindustrialización, desurbanización y descapitalización sin Estado; y este proceso puede llegar a ser favorecido por el colapso del capitalismo, causado por el agotamiento de las energías fósiles que le sustentan. Tampoco podemos esperar a que llegue ese colapso con los brazos cruzados pues estaremos perdidxs.                                   Si no entraremos en un ecofascismo donde recursos como el agua, los alimentos o el aire serán escasos o estarán contaminados y serán de difícil obtención. No quiero ser demasiado catastrofista pero los tiros van por ahí y nuestro rol de espectadores mediatizados debe cambiar o nosotrxs y nuestrxs hijxs sufriremos las consecuencias de esta barbarie desarrollista y totalizadora. Antidesarrollismo o barbarie.


“Debemos edificar una sociedad postindustrial de tal manera que el ejercicio de la creatividad de una persona nunca imponga las demás un trabajo, un saber o un tipo de consumo obligatorio” Ivan Illich

miércoles, 29 de enero de 2014

NUESTRXS HIJXS NO LO VERÁN

         Decir que vivimos atrapados por la tecnología, no significa que tengamos que resignarnos a que la tecnología nos atrape.
Estas reflexiones surgen a partir de diversos debates, nunca cerrados, entre gente abierta a contemplar y criticar sus propias contradicciones pero con ganas de cuestionar, y en la mayoría de los casos demoler el “todo” que se nos impone.

         Se trata en este momento, no de llegar a nada en concreto, sino de esbozar una inquietud en evolución: cómo, desde nuestra práctica como reflejo de una conciencia determinada, podemos llegar a convivir con nuestras incoherencias desde la lucha contra la máquina.

         Si la tecnología es algo que acompaña al ser humano y a su inteligencia como algo innato (desarrollo de herramientas y útiles básicos), ¿desde qué momento la tecnología es buena o mala? Cuando el capitalismo era aun un proyecto en gestación se generalizó una visión del progreso como algo incuestionablemente deseable, y quien dijese lo contrario, se posicionaba en favor de la penuria y la ignorancia[1]. En éste momento, determinada concepción de la ciencia (como forma de explicar fenómenos naturales) hasta ahora generada por la observación directa y por apendizajes natuales, y fruto de la necesidad de supervivencia, pasó a ser gestionada y por tanto absorbida por los intereses de ese progreso que prometía riqueza y desarrollo.
         A partir de aquí comienza la desposesión de los propios aprendizajes y la pérdida de autonomía en la creación de los mismos, los curiosos empiezan a depender de artilugios que no saben arreglar; los campesinos son sustituidos por máquinas y trasladados a las ciudades como mano de obra barata para controlar otras máquinas que tampoco por ellos mismos podían fabricar.
         La pérdida de autonomía se generaliza, y la pobreza real entre la población aumenta rápidamente. Doblegando a quienes pretendían conservar los reductos de autogestión, que sólo podía ejercerse en el campo. Aparecen políticas de cercamientos que refuerzan la propiedad privada y limitan, cuando no condenan y castigan, los usos libres de los recursos de la naturaleza. Y así, la población es empujada a las ciudades, donde la única manera de subsistir es accediendo a un trabajo asalariado.

         Las cosas han cambiado mucho desde el siglo XIX, pero la tendencia de las migraciones ha seguido “evolucionando” hacia la superpoblación de as urbes y el abandono de las zonas rurales. Nos encontramos ahora en un momento de dependencia total hacia los combustibles fósiles, y éstos se agotan a costa de la destrucción de la tierra. ¿sería posible el abastecimiento de las ciudades sin ellos? Indudablemente: no. Las ciudades cumplen un papel fundamental en la justificación de esta esquilmación de los recursos naturales. Por un lado, la hace necesaria para abastecerlas, y por otro, la cultura de masas genera una pseudoceguera o más bien indiferencia hacia la devastación; no da tiempo a pensar sobre otras que no sean la inmediated de las necesidades creadas.

          Cuando nos planteamos esta realidad, nuestros imaginarios vuelan. Hay quienes piensan ciudades utópicas y sanas, nosotras, solo vemos destrucción; contemplamos la inviabilidad de una vuelta al campo, con las mentalidades vagas generadas por la dependencia hacia la tecnología y la superpoblación; y es que consideramos que los fines del desarrollo tecnológico no son facilitarnos la vida, o aumentar nuestra capacidad de hacer (cosas) sino inculcar determinada forma de entender el mundo, “no sabes por qué, pero sabes que puedes hacerlo” (comunicarte por skipe con una persona en la otra punta del mundo); esto conlleva que no nos veamos capaces de vivir sin ésta posibilidad. Que dependamos de ella como algo seguro y presente en nuestra existencia. Hemos perdido la capacidad de sobrevivir por nosotras mismas en la dependencia hacia un producto que no controlamos, y que se nos ha impuesto como una necesidad, hasta el punto de manipular nuestro esquema mental sobre el mundo y de presentársenos como una necesidad sin la cual no podemos desarrollar nuestras vidas. Y ante ésto, ¿qué hacer?









[1]              .Miguel Amorós, “El sabor de la tierruca/  capital, tecnología y proletariado.”

jueves, 23 de enero de 2014

ELITIZANDO LA CIUDAD: SEGOVIA 21

-En entramado tecno-empresarial, residencial y de ocio llamado Segovia 21es una sociedad creada en el 2002 por Atilano Soto con la ayuda de Caja Segovia y de la Cámara de Comercio de Segovia. La Faisanera y su transformación en un Palacio de Congresos es una parte de este proyecto elitista financiado con dinero público. Este entorno privilegiado solo apto para los más pudientes contará con recursos de ocio y residenciales como campo de golf, casa club del campo de golf en la Faisanera,  parque empresarial, complejo hotelero, centro de congresos y negocio y complejo residencial de alta calidad (y precio, de 700.000 a 800.000 euros). Todo un lujo para las clases más pudientes, pues están dirigidas a estas.
“Ocio y desarrollo de la Segovia del siglo XXI” nos dicen. No sé si será un alarde de sinceridad o queda bonito escrito así, pero es una gran verdad, es lo que quieren conseguir: lujo para ellos, miseria para los demás. No importa si tienen que arrasar 850.000 m2 de campo (con fauna y flora reconocidas y protegidas) para crear un campo de golf y zonas verdes regadas con agua potable expropiada del rio Eresma. En verdad, lo que nos pretenden vender es un modelo, un estado de las cosas que normalizarán a golpe de condicionamiento institucional y beneplácito masificado. Con la excusa de crear puestos de trabajo, o la de “formación de empleo cualificado” como lo llaman, nos venden cualquier moto, en este caso la del Progreso;  el suyo, claro está.
La estafa y el expolio han sido sencillos, pues estaban asesorados y coordinados con los mejores especialistas en dar pelotazos urbanísticos y de la corrupción: los de la trama Gürtel, gente como Arturo Fernández Panero, Jesús Sepúlveda o Guillermo Ortega. La expropiación del territorio vino dada al descatalogarse de Monte de Utilidad Pública, después se recalificaron los terrenos a zona urbanizable y se pusieron muy por debajo de su valor real (3,5 € el metro cuadrado del campo de golf y a 16,22 € el de otras hectáreas) por lo que la Diputación adjudicó el terreno por 16.845.700 €, toda una ganga en estos tiempos, una estafa en toda regla.
Con la llamada crisis económica y sus “irremediables” recortes sociales no es “normal” dar dinero público para hacer viviendas de lujo y un campo de golf para los ricos, pero son ellxs los que deciden y también ellxs lxs ricxs. Se estima que la deuda que tiene este entramado rondaría los 30 millones de euros. Pero lo que tampoco es normal es la pasividad con la que nos tomamos estos robos y esta destrucción del terreno por y para unxs pocxs.
Aparte del típico caramelo de los puestos de trabajo, ahora nos intentan vender estos proyectos como ecológicos, así dicen que el proyecto tiene “gran sinergia territorial e institucional y con repercusión positiva en su entorno”, pero, ¿de qué están hablando?, es totalmente de risa o para echarse a llorar. De risa porque se ríen de nosotrxs, nos toman por auténticxs borregos y nosotrxs no demostramos no serlo. Nos roban el dinero público, arrasan nuestros territorios para construir sus pijadas y sus lujos a costa nuestra y después alardean de ello y se jactan de las cosas que hacen por sus alegres contribuyentes satisfechxs y enbobadxs.

Segovia XXI no es solo un proyecto desarrollista y elitista  sino la antesala de lo que nos espera si no actuamos pronto y contundentemente. Por un lado nos estafan con que “hay que apretarse el cinturón” y por otro aumentan sus lujos y sus riquezas mientras la miseria amenaza y engorda. Políticos de todos los colores asienten y se frotan las manos, nunca ponen en tela de juicio este tipo de proyectos, los aplauden porque saben que son sus beneficiarios y que tendrán alguna ganancia a costa de ello. Ir contra Segovia XXI es ir también contra el modelo desarrollista y contra la destrucción del territorio que necesita el capitalismo y el Estado para sobrevivir y expandirse. Segovia XXI es un atentado contra la inteligencia  de los Segovianxs, es corrupto, especulador, antiecológico, elitista y despilfarrador, es el proyecto de las clases dominantes para aumentar su confort y su tren de vida alocado, mostrando su desprecio por las necesidades reales de la población y arrasando y artificializando nuestro entorno. Decir no a Segovia XXI es decir no a este Progreso que solo trae retrocesos, miseria y destrucción. No a Segovia XXI alto y fuerte.