No
hay nada nuevo en la afirmación de que la escuela constituye una poderosa
herramienta de domesticación; tanto para inculcar sumisas mentalidades
consumistas como para introducir la otra cara de la moneda, la visión del
trabajo como una necesidad vital.
La historia
nos deja claro que no es posible domesticar a la población de un día para otro,
y de hecho, han sido necesarios muchos siglos y estrategias llevadas a cabo por
el poder para dar el paso de una equilibrada economía de subsistencia a la
economía de acumulación puramente capitalista. Para ocultar las devastadoras
consecuencias de éste ilimitado progreso económico bajo un halo de comodidad y
bienestar aparente.
Desde
Europa, ya durante el siglo XVI, las políticas de cercamiento de tierras
comunales, arrancaron los medios de subsistencia de la población obligando a
miles de campesinos a abandonar sus casas empujándoles a la mendicidad y,
posteriormente, al trabajo forzado en las fábricas. Ésto genera grandes
movimientos demográficos que convirtieron a las ciudades en hervideros de
mendicidad. Las élites europeas no caminaban por las plazas de las ciudades sin
miedo al verse rodeados de mendigos, leprosos y ladrones. Durante el siglo
XVII, no es extraño que los caminos, puertas de las ciudades y las plazas de
las mismas estuvieran colmadas por masas de pobres pidiendo caridad (concepto
bien introducido en la población por la Iglesia, parte de cuyo poder se basaba
en el asistencialismo proporcionado a éstas gentes). Esto, en un contexto de
incipiente industrialización, suponía un grave desperdicio para el proceso de
consolidación del capitalismo, y es que, los pobres no son productivos; había
que emplearles, exprimirles, la pobreza se estaba convirtiendo en un síntoma de
rebeldía para el proceso de industrialización, y es aquí donde surgen las
cárceles.
En un
principio, se hablaba de casas de trabajo; pero los campesinos, acostumbrados a
controlar sus tiempos de trabajo, a trabajar al aire libre y a ser dueños de la
mayor parte de lo que producían, es decir, a ser dueños y controlar
completamente el proceso productivo, preferían vivir de la nada antes que
entrar a trabajar en una fábrica. Hubo entonces que criminalizar la pobreza, y
los gobiernos no tardaron en empezar a aprobar leyes que perseguían, condenaban
y castigaban incansablemente la ociosidad.
Se da así
el paso del trabajo artesanal, de una sociedad gremial con sus aprendizajes
progresivos y su control sobre el producto de trabajo a una sociedad fabril en
la que el trabajador es sólo un engranaje más de la máquina, al trabajo
asalariado: la evolución histórica del trabajo, hacia el sometimiento del mismo
a las garras del capitalismo, es decir hacia la degradación del trabajo (M.
Enguita, LA CARA OCULTA DE LA ESCUELA), hacia la producción incesante
para satisfacer a la “megamáquina” es lo
que ha generado la alienación de los trabajadores; éstos, como decía Marx “cuando trabajan no
están a lo suyo, y cuando no trabajan, están a lo suyo”. Aquí, quisiera hacer
un paralelismo con la escuela, pues lo mismo ocurre con los estudiantes; la
cantidad de contenidos que les obligan a memorizar y que no les importan una
mierda, la cantidad de horas perdiendo el tiempo ante una mesa y un libro, sin
que lo que en él pone, les interese ni estimule más allá de lo que constituye:
un pasito más para abandonar esa cárcel camuflada. Y es que la escuela es un
entrenamiento; entrenamiento para la obediencia, la sumisión a la autoridad, la
memorización (como máquinas) la despersonalización, el abandono de lo que
somos, o de lo que queremos ser en pro de en lo que queremos trabajar. Sin la
escuela, sin ese periodo de adoctrinamiento en el que nuestras mentes, más
vivas que nunca, son mutiladas, no sería posible que aceptásemos el trabajo
asalariado como un periodo vital más. Es por tanto la escuela un agente
imprescindible para el sistema, pues mutila mentalidades para hacerlas sumisas
y receptivas a la idea del trabajo como una necesidad vital, como un fin en sí
mismo, puesto que va unido a otra verdad incuestionable y también inculcada
desde la escuela, los vertiginosos ritmos de consumo que saciarán el vacío que
el ciclo escuela.trabajo.pseudo-ocio.trabajo.pseudo-ocio.trabajo.etc genera en
nosotrxs. Es entonces, como periodo de entrenamiento para el trabajo, la escuela
un espacio alienante; los estudiantes no disfrutamos de lo que hacemos en ella,
en alguna ocasión, hasta nos alegramos de encontrar alguna materia que sacie,
parcialmente, nuestra curiosidad, y es que aunque sea lo que hacemos, no es
nuestra vida; esto es una cosa, mientras que estudiar es una opción, (o por lo
menos, así lo sentimos nosotxs) cuando no una imposición del Estado, luego
desarrollaré esto. Pero algún ente extraño nos hizo creer que no era una, sino
la única; que sin ella nos esperaría un tipo de trabajo aún más alienante , aún
más opresor, aún más alejado del control de nuestra propia vida y secuestrador.
Desde pequeñxs, nos hacen plantearnos ésta cuestión: ¿qué quieres ser de mayor?
Y ésta es la más maquiavélica de las manipulaciones. Cuando a mí me hacían ésta
pregunta, una fuerza extraña se apoderaba de mí, más tarde descubrí que esa
fuerza se llama presión social; cada vez que me hacían esa pregunta, me sentía
fracasada e inútil, (¡pero qué bien lo hacían esos adultos!) claro, qué niñx
sabe qué quiere ser de mayor? Yo sólo quería ser yo, así que me quedaba callada
sintiéndome una insulsa ante las grandes expectativas de lx otrxs niñxs.
Y pedradas
a parte, es aquí donde el SER se empieza a transformar en nuestras mentes en
una profesión, y cuando crecemos, nos hemos tragado el cuento, las expresiones
“soy camarerx, contable o repartidor/a” son el mejor reflejo de lo que trato de
transmitir. Lo que haces es lo que eres, y si te has pasado la vida trabajando,
sólo podrás ser un/a trabajador/a. Esto podría tener su mérito si
controlásemos, como en las sociedades precapitalistas, el proceso productivo;
si fuésemos maestxs artesanxs y pudiésemos desarrollar nuestro ser mediante una
actividad que fuésemos capaces de dominar. Pero, sobre todo, si el valor
monetario de nuestro producto, no se impusiese sobre nuestras ganas de crearlo.
Mientras tanto, la dignidad nos es algo ajeno (Enguita, M. La cara oculta de la
escuela), pues nos hemos convertido en la máquina que nos sustituye en las
fábricas, en el ojo que controla nuestra eficiencia y en definitiva, como dice
La Botie, en siervos voluntarios.
Por
otro lado, durante el siglo XVIII, empieza a surgir en Europa una nueva forma
de gobierno que sustituiría al sistema feudal en decadencia, son los Estados
Nación, sistema político parido de la ideología burguesa de la ilustración. Y
éste nuevo poder necesitaba ser legitimado, así que empieza a imponerse un
sistema electoral que arrancaba la soberanía absoluta del monarca para
supuestamente situarla en el pueblo. En principio, éste sufragio estaba sólo
reservado para las clases dominantes, las mismas que regentaban el poder, nada
que decir, obviamente del papel que jugaban aquí las mujeres, pobres y niñxs a
lxs cuales ni se les contemplaba. Pero el pueblo tenía sus propios órganos de
toma de decisiones (sobre todo en los pueblos y aldeas) que, a nivel local,
permitían la participación directa del campesinado. Ésto chocaba con las ideas
ilustradas, era necesario convencer a toda ésta gente de la importancia de su
opinión, es decir, de la importancia de que delegasen de las tomas de
decisiones y de que entregasen voluntariamente éste poder a los nuevos y
bienintencionados gobiernos. Cuando las élites se dan cuenta de que sin el
apoyo de los campesinos el sistema se desmorona, empiezan a abrir el sufragio
dando un siguiente paso: ahora podían votar todos aquellos que supiesen leer y
escribir (excepto mujeres y niños)*!; sin embargo, los índices de
analfabetización en Europa, eran altísimos (excepto en los países influenciados
por el protestantismo), por otro lado, las potencias europeas, comenzaban una
frenética carrera de competición por los niveles de desarrollo tecnológico (necesarios
para la evolución y consolidación del sistema capitalista); y esto, junto a la
necesidad de extender el sufragio (para generalizar un sistema de elección de
partidos y legitimar así el poder de los incipientes “gobiernos democráticos”).
Si hasta entonces La Iglesia había tenido el poder de manipular la población a
su antojo, tanto desde las liturgias como desde el mantenimiento del monopolio
de la educación, a partir de ahora, esa alfabetización se convertiría en una labor
estatal. Esto significaría la extensión de las mentalidades que al Estado le
interesase, entre ellas, los conceptos de pertenencia a un Estado; y de ahí que
la concepción de Nación con todos los sentimientos que ésta promovía, calase
tan fuerte entre la población. Surge aquí el sentimiento nacionalista, cuando
hasta entonces había predominado el de pertenencia a una comunidad abarcable
por el sujeto, y es aquí donde surge también la idea de que los gobiernos son
necesarios, cuando hasta entonces habían sido odiados por los abusos que
ejercían; el poder se oculta tras una máscara de ilustración y progreso cuando
las cúpulas de ese mismo poder son los resquicios progresistas del poder
antiguo, las élites burguesas que veían en los campesinos analfabetos, la carta
más importante para justificar su ascenso y desterrar a una nobleza
conservadora y sin miras a un progreso económico, es decir desterrar a su
principal estorbo. Se empieza pues a extender la escuela obligatoria, que en
principio no literalmente mente pública, pero sí estatal. A demás, se dieron
cuenta de lo poderosa que era ésta herramienta, pues llegaba a todos los
rincones con sus doctrinas y por tanto, quien la controlase, tendría la
posibilidad de moldear tiernos cerebros a su antojo.
Podríamos
extendernos bastante más con los detalles de éste proceso de extensión del
sistema escolar, sin embargo, creemos que la idea queda bastante clara: la
escuela es un instrumento al servicio del poder.
En la
actualidad, la cosa no es muy distinta, escuela pública, obligatoria y gratuita,
significa escuela al servicio de los intereses del Estado, no dudo de que
muchos profesionales de la educación tengan muy buenas intenciones, pero son
intenciones “al servicio de”, que no podrán salirse de unos cánones
establecidos (refuerzos y castigos, chantajes, personalización de la autoridad,
imposición de aprendizajes, tanto en el qué como en los métodos, etc.) y que, a
demás, no tienen por qué coincidir, en contenido, con las buenas intenciones de
las víctimas de ésta parafernalia, LS NIÑS.
Si cada
niño es un mundo, la escuela transforma cada uno de esos mundos en un sólo
niño, su misión es la homogeneidad, que nadie se salga de los cánones y que si
se salen se les introduzca de nuevo en el raíl como sea, hasta el extremo de,
de no ser posible, el ingreso en otra cárcel mayor: la prisión (menores o
adultos). La escuela, es un reflejo de la sociedad, y si ésta última está
enferma, imaginad como estará la primera.
En el
contexto actual, nos vemos inundados de pseudo-luchas dirigidas a recordarle al
Estado su deber de controlarnos, “pero con calidad”, no hay una reflexión sobre
lo que esto significa, quizás si que existan personas que confíen en él, y
crean legítimo éste deber de gestionar la educación, la sanidad…, sin pararse a
pensar que si fuesen ellxs mismxs quienes asumiesen esa tarea, todo dependería
de ellxs mismos, a nadie deberían y de nadie esperarían; a demás estarían dando
un fuerte golpe al “contrato social” por el cual nosotrxs trabajamos, y El nos
mantiene “sanos” para trabajar.
1. introduzco ésta nota, debido a que, fue la Constitución
de 1812, la que establece que la gestión de muchos aspectos de nuestras vidas,
pasarían a estar en manos del Estado. Esto que ahora celebramos todos los años
hacia el 6 de diciembre, es en realidad, nuestra condena, evolucionada para satisfacer las modernas necesidades
represivas y llevadas a sus últimas consecuencias:
TÍTULO
PRIMERO DE LA NACIÓN ESPAÑOLA Y DE LOS ESPAÑOLES
CAPÍTULO
PRIMERO
De la Nación española.
Art. 3º. La soberanía reside esencialmente en la
Nación, y por lo mismo pertenece a ésta exclusivamente el derecho de establecer
sus leyes fundamentales.
Art. 4º. La Nación está obligada a conservar y
proteger por leyes sabias y justas la libertad civil, la propiedad y los demás derechos legítimos de todos los individuos
que la componen.
CAPÍTULO
II
De los españoles.
Art. 6º. El amor de la Patria es una de las
principales obligaciones de todos los españoles, y asimismo el ser justos y
benéficos.
Art.
7º. Todo español está obligado a ser
fiel a la Constitución, obedecer las leyes y respetar las
autoridades establecidas.
Art. 8º. También está obligado todo español, sin
distinción alguna, a contribuir en proporción de
sus haberes para los gastos
del Estado.
Art.
9º. Está asimismo obligado todo español a defender la Patria con las armas
cuando sea
llamado por la ley
Art. 25. El ejercicio de los mismos derechos (como
ciudadano) se suspende:
Cuarto. Por no tener empleo,
oficio, o modo de vivir conocido.
Quinto. Por hallarse
procesado criminalmente.
Sexto. Desde el año de 1830
deberán saber leer y escribir los que de nuevo entren en el ejercicio de los
derechos de ciudadano.
CAPÍTULO
VII
De las facultades de las
Cortes.
Vigésimaprima. Promover y
fomentar toda especie de industria, y remover los obstáculos que la
entorpezcan.
Vigésimasegunda. Establecer
el plan general de enseñanza pública en toda la Monarquía, y aprobar el que se
forme para la educación del Príncipe de Asturias.
Vigésimatercia.
Aprobar los reglamentos generales para la policía y sanidad del Reino
Art. 321. Estará a cargo de los Ayuntamientos:
Cuarto. Hacer el
repartimiento y recaudación de las contribuciones,
y remitirlas a la Tesorería respectiva.
Quinto. Cuidar de todas las
escuelas de primeras letras y de los demás establecimientos de educación que se
paguen de los fondos del común.
Sexto. Cuidar de los
hospitales, hospicios, casas de expósitos y demás establecimientos de
beneficencia. (que hasta entonces habían estado controlados por la iglesia, lo
cual legitimaba su poder)
CAPÍTULO
II
Quinto. Promover la educación
de la juventud conforme a los planos aprobados, y fomentar la agricultura la
industria y el comercio, protegiendo a los inventores de nuevos descubrimientos
en cualquiera de estos ramos.
TÍTULO
IX
DE
LA INSTRUCCIÓN PÚBLICA
CAPÍTULO ÚNICO
Art. 366. En todos los pueblos de la Monarquía se
establecerán escuelas de primeras letras, en las que se enseñará a los niños a
leer, escribir y contar, y el catecismo de la religión católica, que
comprenderá también una breve exposición de las obligaciones civiles.
Art. 368. El plan general de enseñanza será uniforme
en todo el Reino, debiendo explicarse la
Constitución política de la Monarquía en todas las Universidades y establecimientos literarios donde se
enseñen las ciencias eclesiásticas y políticas.
Art. 371. Todos los españoles tienen libertad de
escribir, imprimir y publicar sus ideas políticas sin necesidad de licencia,
revisión o aprobación alguna anterior a
la publicación, bajo las restricciones y responsabilidad que establezcan las
leyes.
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