EDICIONES AVERSIVAS

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miércoles, 15 de mayo de 2013

Tuercas que giran sobre tornillos que faltan



Vivimos un momento realmente jodido para los Estados, que no dudarán en exprimir a sus súbditos hasta límites insospechados con tal de salvar el culo. La gente muerta de hambre en las calles, los calabozos o las cárceles hasta los topes de pobres o la desesperación de las personas que se tragaron el cuento y ahora se suicidan prendiéndose fuego en las puertas de los bancos, les importa muy poco ante la perspectiva de salir de la quiebra. De ahí que, casualmente, en éstos momentos difíciles se refuerce la imagen de súbdito dócil y antiviolento bajo el disfraz del buen ciudadano. Concepto moderno para denominar a la servidumbre eliminando todas las connotaciones negativas que ésta palabra pueda generar.

Cifuentes hace un comentario que vincula a la Plataforma de afectados por la hipoteca (PAH) con ETA. Esto cae como una bomba sobre los medios de comunicación, todos se hacen eco de las aplastantes declaraciones. Y comienzan a ofrecer espacios dentro de sus debates o tertulias a ésta personaja para matizar el “error”. En ellas, se posiciona a favor de la legitimidad de cualquier protesta ciudadana siempre que se realice mediante vías legales y pacíficas. Afirma que los ciudadanos deberían condenar que Bildu apoyase las actuaciones de la PAH. Pero observando la trayectoria de Bildu no debería sorprendernos que apruebe las acciones de dicha plataforma, cuyas líneas de actuación están basadas en el asistencialismo y la protesta ruidosa; lejana hasta la saciedad de cualquier atisbo de una organización terrorista. Sigue Cifuentes removiendo nuestras tripas con su ridículo “discurso” afirmando que ella está de acuerdo con cualquier tipo de protesta siempre que sea pacífica. En éste momento apagué la televisión ante las irreprimibles ganas que me entraron de vomitar. La señora Cifuentes, como delegada del gobierno, tiene la ardua tarea de enviar a sus ordas de cabezahuecas antidisturbios a partirnos la cara en todas las manifestaciones que, de forma pacífica, sacan a miles de ciudadanos de sus confortables salones a las “inhóspitas” calles a protestar... hablo de todo ésto, no porque me escandalice, sino porque creo que es una estrategia sucia, pero muy propia del carácter del circo mediático del que forman parte los políticos. Las aparentes contradicciones con las que juegan no son más que una manera de hacer saltar la liebre, es otra de las caras de la represión; que, fuera del horizonte de las cárceles, la policía, o la burocracia, se cuela dentro de cada casa a través de una pantalla de televisión. No importa si estamos de acuerdo o no con sus afirmaciones, lo importante es que ya las hemos escuchado, ya está ahí. Si me planteo escribir sobre ésto, es porque creo que merece la pena ser analizado, es su juego, a través de unas palabras pueden empezar a generar conciencia, aunque suene contradictorio, consiguen criminalizar a un movimiento que, lejos de ser marginal, está ganando popularidad entre aquellos a quienes la situación se les complica y que cada día son más. De ahí que, aunque no sea realmente radical ni terrorista, sea peligroso. Y ésto, no porque pueda generar agitación social o conflicto en las calles, sino porque genera una visión real del graso error que todas esas personas que firmaron una hipoteca en su día cometieron al confiar en que todo iba a seguir igual.

Éste movimiento ciudadanista está en auge, hasta tal punto, que notas las miradas de reprobación cuando saltas los tornos del metro, tus vecinos se enteran de que vives okupando o buscas el enfrentamiento directo con la policía en sus manifestaciones; y su éxito se debe a años y años de conformismo y confianza en la democracia. La represión está también dentro de nuestras cabezas. Y ésto es la causa del auge de la moda del ciudadano-policía que denuncia cualquier acto ilegal o, incluso la que lleva a generar brigadas vecinales para increpar y acosar a cualquier persona que se meta en una casa porque no tiene otra salida si no es la puta calle, haciéndole el trabajo a la policía como está empezando a ocurrir en zonas como Parla.
Éstos movimientos son los que últimamente y por desgracia, tienen los medios y la capacidad suficiente para sacar a la calle a miles de personas a protestar exigiendo, en amor y compañía los derechos que un día, es Estado benefactor les concedió.

En nuestra opinión, éste auge ciudadanista es uno de los mayores trofeos del sistema (¿alguien ha leído “1984” de George Orwell o “Un mundo feliz” de Aldous Huxley?, os lo recomiendo), ya que ilustra los espectaculares resultados del aparato represor. A los sofisticados mecanismos de control social a nivel tecnológico se le suma la incrustación de la mentalidad policía dentro de cada cerebro. Los puntos muertos de las cámaras de video-vigilancia están ya cubiertos con los ojos de nuestros propios vecinos. La protesta dentro de los límites del sistema no es más que eso, y vista desde arriba, constituye sólo una pataleta. “eso, eso, que protestes ahí arrinconaditos, que mientras ardan sólo un par de contenedores, encuentre la excusa para echarles a los perros y justificar así el presupuesto en material antidisturbios, yo sigo firmando su ruina”. Se ha convertido en casi un refrán popular: “los medios de comunicación de masas guían las preocupaciones de la población, determinan las conversaciones en los bares y plazas, y siembran miedo, dudas, aprobación o reprobación hacia cualquier tema que se propongan”. Que los escándalos o declaraciones de cualquier rata que pertenezca a su carne de cañón nos preocupe es hacerles el juego, y estaréis pensando que qué coño hago entonces dándole vueltas a lo que ésta “tipa” pueda decir, sí, lo hago porque no estoy exenta, y porque me parece necesario que todas nos lo planteemos. Lo que vemos por televisión nos marca, se nos queda grabado en algún lugar del cerebro, y lo más peligroso, lo terminamos asumiendo como un pensamiento propio; que en una manifestación que ha llegado a su fin cientos de personas tengan que salir corriendo de la plaza porque los cabezatuercas corran a partirle la cabeza a cualquier cosa que respire y que en los telediarios del día siguiente se destaque y exageren los cuatro contenedores que ardieron fruto de la rabia y a manos de “radicales” que no tenían nada que ver con la manifestación (jajajaja) bestias anticiudadanas, es manipulación y con otra vuelta de tuerca represión. Que ofrezcan espacios a los políticos para dar contradictorias y patéticas declaraciones sobre una realidad de la a demás de resultarles ajena, les preocuparía lo más mínimo si no fuese por la repercusión que pueda tener sobre los mercados, es también manipulación, represión y un claro intento de distorsión de la realidad que sólo justifica la presencia policial exagerada en las calles. Pero lo más grave de todo es que las personas que vivan con una televisión en sus salones no comenten o rabien con éstas cosas.

Ante todo ésto, no podemos llevarnos las manos a la cabeza cuando Cospedal hace éste tipo de declaraciones, ni cuando acosan a Bukaneros, ni cuando el cabeza-tuerca de turno nos oculta su identificación. Es su naturaleza, su modus operandi, es la personalidad de la democracia, y siempre ha sido así, lo que pasa es que antes no afectaba a tanta gente; y hasta que no tengamos ésto bien claro, seguiremos perdiendo el tiempo con los escándalos y alimentando y justificando el papel de los medios de comunicación, principales culpables de la distorsión intelectual y de la falta de análisis de la población en general.

No se puede cerrar ésta reflexión ya que está abierta a los pasos que se den en las calles y a las respuestas que se reciban desde el aparato represor, sin embargo, me parece clave incidir en la idea de la necesidad de dejar de sorprendernos o frustrarnos ante sus sucias artimañas, hay que preverlas y enfrentarlas, un claro ejemplo de ésto es el video que ha rulado por internet hasta la saciedad: una chica pidiendo el número de placa a un antidisturbios, la conversación se balancea entre la exigencia mutua e insistente de una identificación, poco a poco el policía se va poniendo nervioso y al fin termina con su rodilla aplastando el cuello de la chica mientras éstas no para de gritarle que quiere ver su número de placa. Cuando ví ésto, me quedó clarísimo, ésta chica no tiene ni idea de lo que un policía puede hacer sin atender a los límites que su propio juego le impone. Ésta chica se lo cree, se cree que es una ciudadana con derechos y que por ello, puede libremente moverse molestando dentro de los límites de la legalidad, pero a ésta chica le estaban pisando la cabeza por pedir algo que creía legítimo, y ésta chica seguramente durmió esa noche en Moratalaz con su indignación y su conciencia ciudadana. Éste tipo de anécdotas han tenido fuertes consecuencias, tanto en las cabezas de nuestras vecinas como en las actuaciones llevadas a cabo para frenar la protesta, y de los ciudadanistas indignados, ha pasado, como era de prever, al acoso a bukaneros y a otros colectivos que llevaban años currando, así como a muchos centros sociales okupados en toda la península. ¿qué hacer? para nosotras la respuesta es clara.

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