EDICIONES AVERSIVAS

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miércoles, 16 de enero de 2013

DE LA ESCUELA AL TRABAJO Y ENTRE MEDIAS... (el oscuro origen de la escuela pública)


            No hay nada nuevo en la afirmación de que la escuela constituye una poderosa herramienta de domesticación; tanto para inculcar sumisas mentalidades consumistas como para introducir la otra cara de la moneda, la visión del trabajo como una necesidad vital.
            La historia nos deja claro que no es posible domesticar a la población de un día para otro, y de hecho, han sido necesarios muchos siglos y estrategias llevadas a cabo por el poder para dar el paso de una equilibrada economía de subsistencia a la economía de acumulación puramente capitalista. Para ocultar las devastadoras consecuencias de éste ilimitado progreso económico bajo un halo de comodidad y bienestar aparente.
            Desde Europa, ya durante el siglo XVI, las políticas de cercamiento de tierras comunales, arrancaron los medios de subsistencia de la población obligando a miles de campesinos a abandonar sus casas empujándoles a la mendicidad y, posteriormente, al trabajo forzado en las fábricas. Ésto genera grandes movimientos demográficos que convirtieron a las ciudades en hervideros de mendicidad. Las élites europeas no caminaban por las plazas de las ciudades sin miedo al verse rodeados de mendigos, leprosos y ladrones. Durante el siglo XVII, no es extraño que los caminos, puertas de las ciudades y las plazas de las mismas estuvieran colmadas por masas de pobres pidiendo caridad (concepto bien introducido en la población por la Iglesia, parte de cuyo poder se basaba en el asistencialismo proporcionado a éstas gentes). Esto, en un contexto de incipiente industrialización, suponía un grave desperdicio para el proceso de consolidación del capitalismo, y es que, los pobres no son productivos; había que emplearles, exprimirles, la pobreza se estaba convirtiendo en un síntoma de rebeldía para el proceso de industrialización, y es aquí donde surgen las cárceles.
            En un principio, se hablaba de casas de trabajo; pero los campesinos, acostumbrados a controlar sus tiempos de trabajo, a trabajar al aire libre y a ser dueños de la mayor parte de lo que producían, es decir, a ser dueños y controlar completamente el proceso productivo, preferían vivir de la nada antes que entrar a trabajar en una fábrica. Hubo entonces que criminalizar la pobreza, y los gobiernos no tardaron en empezar a aprobar leyes que perseguían, condenaban y castigaban incansablemente la ociosidad.
            Se da así el paso del trabajo artesanal, de una sociedad gremial con sus aprendizajes progresivos y su control sobre el producto de trabajo a una sociedad fabril en la que el trabajador es sólo un engranaje más de la máquina, al trabajo asalariado: la evolución histórica del trabajo, hacia el sometimiento del mismo a las garras del capitalismo, es decir hacia la degradación del trabajo (M. Enguita, LA CARA OCULTA DE LA ESCUELA), hacia la producción incesante para satisfacer a la “megamáquina” es  lo que ha generado la alienación de los trabajadores;  éstos, como decía Marx “cuando trabajan no están a lo suyo, y cuando no trabajan, están a lo suyo”. Aquí, quisiera hacer un paralelismo con la escuela, pues lo mismo ocurre con los estudiantes; la cantidad de contenidos que les obligan a memorizar y que no les importan una mierda, la cantidad de horas perdiendo el tiempo ante una mesa y un libro, sin que lo que en él pone, les interese ni estimule más allá de lo que constituye: un pasito más para abandonar esa cárcel camuflada. Y es que la escuela es un entrenamiento; entrenamiento para la obediencia, la sumisión a la autoridad, la memorización (como máquinas) la despersonalización, el abandono de lo que somos, o de lo que queremos ser en pro de en lo que queremos trabajar. Sin la escuela, sin ese periodo de adoctrinamiento en el que nuestras mentes, más vivas que nunca, son mutiladas, no sería posible que aceptásemos el trabajo asalariado como un periodo vital más. Es por tanto la escuela un agente imprescindible para el sistema, pues mutila mentalidades para hacerlas sumisas y receptivas a la idea del trabajo como una necesidad vital, como un fin en sí mismo, puesto que va unido a otra verdad incuestionable y también inculcada desde la escuela, los vertiginosos ritmos de consumo que saciarán el vacío que el ciclo escuela.trabajo.pseudo-ocio.trabajo.pseudo-ocio.trabajo.etc genera en nosotrxs. Es entonces, como periodo de entrenamiento para el trabajo, la escuela un espacio alienante; los estudiantes no disfrutamos de lo que hacemos en ella, en alguna ocasión, hasta nos alegramos de encontrar alguna materia que sacie, parcialmente, nuestra curiosidad, y es que aunque sea lo que hacemos, no es nuestra vida; esto es una cosa, mientras que estudiar es una opción, (o por lo menos, así lo sentimos nosotxs) cuando no una imposición del Estado, luego desarrollaré esto. Pero algún ente extraño nos hizo creer que no era una, sino la única; que sin ella nos esperaría un tipo de trabajo aún más alienante , aún más opresor, aún más alejado del control de nuestra propia vida y secuestrador. Desde pequeñxs, nos hacen plantearnos ésta cuestión: ¿qué quieres ser de mayor? Y ésta es la más maquiavélica de las manipulaciones. Cuando a mí me hacían ésta pregunta, una fuerza extraña se apoderaba de mí, más tarde descubrí que esa fuerza se llama presión social; cada vez que me hacían esa pregunta, me sentía fracasada e inútil, (¡pero qué bien lo hacían esos adultos!) claro, qué niñx sabe qué quiere ser de mayor? Yo sólo quería ser yo, así que me quedaba callada sintiéndome una insulsa ante las grandes expectativas de lx otrxs niñxs.
            Y pedradas a parte, es aquí donde el SER se empieza a transformar en nuestras mentes en una profesión, y cuando crecemos, nos hemos tragado el cuento, las expresiones “soy camarerx, contable o repartidor/a” son el mejor reflejo de lo que trato de transmitir. Lo que haces es lo que eres, y si te has pasado la vida trabajando, sólo podrás ser un/a trabajador/a. Esto podría tener su mérito si controlásemos, como en las sociedades precapitalistas, el proceso productivo; si fuésemos maestxs artesanxs y pudiésemos desarrollar nuestro ser mediante una actividad que fuésemos capaces de dominar. Pero, sobre todo, si el valor monetario de nuestro producto, no se impusiese sobre nuestras ganas de crearlo. Mientras tanto, la dignidad nos es algo ajeno (Enguita, M. La cara oculta de la escuela), pues nos hemos convertido en la máquina que nos sustituye en las fábricas, en el ojo que controla nuestra eficiencia y en definitiva, como dice La Botie, en siervos voluntarios.
            Por otro lado, durante el siglo XVIII, empieza a surgir en Europa una nueva forma de gobierno que sustituiría al sistema feudal en decadencia, son los Estados Nación, sistema político parido de la ideología burguesa de la ilustración. Y éste nuevo poder necesitaba ser legitimado, así que empieza a imponerse un sistema electoral que arrancaba la soberanía absoluta del monarca para supuestamente situarla en el pueblo. En principio, éste sufragio estaba sólo reservado para las clases dominantes, las mismas que regentaban el poder, nada que decir, obviamente del papel que jugaban aquí las mujeres, pobres y niñxs a lxs cuales ni se les contemplaba. Pero el pueblo tenía sus propios órganos de toma de decisiones (sobre todo en los pueblos y aldeas) que, a nivel local, permitían la participación directa del campesinado. Ésto chocaba con las ideas ilustradas, era necesario convencer a toda ésta gente de la importancia de su opinión, es decir, de la importancia de que delegasen de las tomas de decisiones y de que entregasen voluntariamente éste poder a los nuevos y bienintencionados gobiernos. Cuando las élites se dan cuenta de que sin el apoyo de los campesinos el sistema se desmorona, empiezan a abrir el sufragio dando un siguiente paso: ahora podían votar todos aquellos que supiesen leer y escribir (excepto mujeres y niños)*!; sin embargo, los índices de analfabetización en Europa, eran altísimos (excepto en los países influenciados por el protestantismo), por otro lado, las potencias europeas, comenzaban una frenética carrera de competición por los niveles de desarrollo tecnológico (necesarios para la evolución y consolidación del sistema capitalista); y esto, junto a la necesidad de extender el sufragio (para generalizar un sistema de elección de partidos y legitimar así el poder de los incipientes “gobiernos democráticos”). Si hasta entonces La Iglesia había tenido el poder de manipular la población a su antojo, tanto desde las liturgias como desde el mantenimiento del monopolio de la educación, a partir de ahora, esa alfabetización se convertiría en una labor estatal. Esto significaría la extensión de las mentalidades que al Estado le interesase, entre ellas, los conceptos de pertenencia a un Estado; y de ahí que la concepción de Nación con todos los sentimientos que ésta promovía, calase tan fuerte entre la población. Surge aquí el sentimiento nacionalista, cuando hasta entonces había predominado el de pertenencia a una comunidad abarcable por el sujeto, y es aquí donde surge también la idea de que los gobiernos son necesarios, cuando hasta entonces habían sido odiados por los abusos que ejercían; el poder se oculta tras una máscara de ilustración y progreso cuando las cúpulas de ese mismo poder son los resquicios progresistas del poder antiguo, las élites burguesas que veían en los campesinos analfabetos, la carta más importante para justificar su ascenso y desterrar a una nobleza conservadora y sin miras a un progreso económico, es decir desterrar a su principal estorbo. Se empieza pues a extender la escuela obligatoria, que en principio no literalmente mente pública, pero sí estatal. A demás, se dieron cuenta de lo poderosa que era ésta herramienta, pues llegaba a todos los rincones con sus doctrinas y por tanto, quien la controlase, tendría la posibilidad de moldear tiernos cerebros a su antojo.
            Podríamos extendernos bastante más con los detalles de éste proceso de extensión del sistema escolar, sin embargo, creemos que la idea queda bastante clara: la escuela es un instrumento al servicio del poder.
            En la actualidad, la cosa no es muy distinta, escuela pública, obligatoria y gratuita, significa escuela al servicio de los intereses del Estado, no dudo de que muchos profesionales de la educación tengan muy buenas intenciones, pero son intenciones “al servicio de”, que no podrán salirse de unos cánones establecidos (refuerzos y castigos, chantajes, personalización de la autoridad, imposición de aprendizajes, tanto en el qué como en los métodos, etc.) y que, a demás, no tienen por qué coincidir, en contenido, con las buenas intenciones de las víctimas de ésta parafernalia, LS NIÑS.
            Si cada niño es un mundo, la escuela transforma cada uno de esos mundos en un sólo niño, su misión es la homogeneidad, que nadie se salga de los cánones y que si se salen se les introduzca de nuevo en el raíl como sea, hasta el extremo de, de no ser posible, el ingreso en otra cárcel mayor: la prisión (menores o adultos). La escuela, es un reflejo de la sociedad, y si ésta última está enferma, imaginad como estará la primera.
            En el contexto actual, nos vemos inundados de pseudo-luchas dirigidas a recordarle al Estado su deber de controlarnos, “pero con calidad”, no hay una reflexión sobre lo que esto significa, quizás si que existan personas que confíen en él, y crean legítimo éste deber de gestionar la educación, la sanidad…, sin pararse a pensar que si fuesen ellxs mismxs quienes asumiesen esa tarea, todo dependería de ellxs mismos, a nadie deberían y de nadie esperarían; a demás estarían dando un fuerte golpe al “contrato social” por el cual nosotrxs trabajamos, y El nos mantiene “sanos” para trabajar.
1. introduzco ésta nota, debido a que, fue la Constitución de 1812, la que establece que la gestión de muchos aspectos de nuestras vidas, pasarían a estar en manos del Estado. Esto que ahora celebramos todos los años hacia el 6 de diciembre, es en realidad, nuestra condena, evolucionada  para satisfacer las modernas necesidades represivas y llevadas a sus últimas consecuencias:
TÍTULO PRIMERO DE LA NACIÓN ESPAÑOLA Y DE LOS ESPAÑOLES
CAPÍTULO PRIMERO 
De la Nación española.
Art. 3º.  La soberanía reside esencialmente en la Nación, y por lo mismo pertenece a ésta exclusivamente el derecho de establecer sus leyes fundamentales.
Art. 4º.  La Nación está obligada a conservar y proteger por leyes sabias y justas la libertad civil, la propiedad y los demás derechos legítimos de todos los individuos que la componen.
CAPÍTULO II 
De los españoles.
Art. 6º.  El amor de la Patria es una de las principales obligaciones de todos los españoles, y asimismo el ser justos y benéficos.
Art. 7º.  Todo español está obligado a ser fiel a la Constitución, obedecer las leyes y respetar las
autoridades establecidas.
Art. 8º.  También está obligado todo español, sin distinción alguna, a contribuir en proporción de
sus haberes para los gastos del Estado.
Art. 9º. Está asimismo obligado todo español a defender la Patria con las armas cuando sea
llamado por la ley
Art. 25.  El ejercicio de los mismos derechos (como ciudadano) se suspende:
Cuarto. Por no tener empleo, oficio, o modo de vivir conocido.
Quinto. Por hallarse procesado criminalmente.
Sexto. Desde el año de 1830 deberán saber leer y escribir los que de nuevo entren en el ejercicio de los derechos de ciudadano.
CAPÍTULO VII
De las facultades de las Cortes.
Vigésimaprima. Promover y fomentar toda especie de industria, y remover los obstáculos que la entorpezcan.
Vigésimasegunda. Establecer el plan general de enseñanza pública en toda la Monarquía, y aprobar el que se forme para la educación del Príncipe de Asturias.
Vigésimatercia. Aprobar los reglamentos generales para la policía y sanidad del Reino
Art. 321.  Estará a cargo de los Ayuntamientos:
Cuarto. Hacer el repartimiento y recaudación  de las contribuciones, y remitirlas a la  Tesorería respectiva.
Quinto. Cuidar de todas las escuelas de primeras letras y de los demás establecimientos de educación que se paguen de los fondos del común.
Sexto. Cuidar de los hospitales, hospicios, casas de expósitos y demás establecimientos de beneficencia. (que hasta entonces habían estado controlados por la iglesia, lo cual legitimaba su poder)
CAPÍTULO II
Quinto. Promover la educación de la juventud conforme a los planos aprobados, y fomentar la agricultura la industria y el comercio, protegiendo a los inventores de nuevos descubrimientos en cualquiera de estos ramos.
TÍTULO IX
DE LA INSTRUCCIÓN PÚBLICA
CAPÍTULO ÚNICO
Art. 366.  En todos los pueblos de la Monarquía se establecerán escuelas de primeras letras, en las que se enseñará a los niños a leer, escribir y contar, y el catecismo de la religión católica, que comprenderá también una breve exposición de las obligaciones civiles.
Art. 368.  El plan general de enseñanza será uniforme en  todo el Reino, debiendo explicarse la Constitución política de la Monarquía en todas las Universidades  y establecimientos literarios donde se enseñen las ciencias eclesiásticas y políticas.
Art. 371.  Todos los españoles tienen libertad de escribir, imprimir y publicar sus ideas políticas sin necesidad de licencia, revisión o aprobación alguna  anterior a la publicación, bajo las restricciones y responsabilidad que establezcan las leyes.

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