El 15-M ha supuesto la alineación de una parte de la población, hasta ahora
sólo desencantada, para la defensa por otros medios del orden establecido. Ha
exclamado su pretensión de mantener las condiciones de una vida insostenible al
módico precio de olvidar la opresión pasada, justificar la presente y preparar
la futura. Cuando la sumisión está tan arraigada usa la forma de la rebelión
para afirmar su renuncia. Lo más significativo de los indignados no son sus
proclamas, aquello que gritan a los cuatro vientos, sino lo que callan, sobre lo
que no tienen más remedio que guardar silencio. ¿Indignación ante qué? ¿Ante la
inhumanidad del mundo que nos ha tocado vivir y el papel represivo de cualquier
Estado, o ante los precios de los pisos y la inutilidad de los títulos
universitarios para conseguir un trabajo bien remunerado? ¿Con qué se indigna la
clase media occidental?
El tiempo de la indignación es el tiempo de la defensa de los privilegios,
no el de la revolución contra el orden que los produce. Ir en su contra
supondría aceptar una reducción drástica de muchas comodidades y prebendas que
la organización técnica nos ofrece, y esa perspectiva no es alentadora para la
mayoría. Más bien es exactamente lo contrario de lo que defienden cuando
se indignan.
Colectivo Cul de Sac. Ediciones El Salmón. 4€
No hay comentarios:
Publicar un comentario