Perseguimos
monstruos que nos harán temblar
Somos conscientes de la profunda crisis económica,
social y ecológica que padecemos, los voceros del sistema están ahí para
recordárnoslo en sus sesiones de condicionamiento masificado, y como siempre su
única receta es “más crecimiento”, es decir, más desarrollismo a cualquier
precio. Ahora lo denominan “desarrollo sostenible” ya que la etiqueta de verde
vende más y así incorporan al mercado el deterioro medioambiental. El
desarrollismo es la ideología dominante y la condición necesaria para que el
sistema capitalista y la economía de mercado sigan avanzando, ya que se basan
en eso, en el continuo crecimiento para poder seguir siendo economías
competitivas en el mercado mundializado.
La calle clama para que se acabe
con el paro y que se creen puestos de trabajo a toda costa (da igual lo
precarios que sean), para que no se hunda el llamado “estado del bienestar” y
con él la educación y la sanidad “publicas” (aunque sería mejor llamarlas
educación estatal y sanidad burocratizada). Está claro que esto es simplemente
una vuelta de tuerca más para mercantilizar nuestras vidas y hacer de estos
servicios públicos más precarios, privatizándolos para hacerlos más rentables
beneficiosos. La llamada deuda pública es la que abre la caja de pandora para
que se produzcan estas reformas y queden justificadas y legitimizadas. El proceso de desclasamiento y masificación
producido por la sociedad del consumo, el espectáculo y la mercantilización de
la vida cotidiana nos ha llevado a un estado de atomización y domesticación
donde el ciudadano está totalmente
integrado al sistema y solo pide pequeñas reformas de este para que se siga
perpetuando y no se detenga su amado
modo de vida consumista y cosificado; aunque tenga un trabajo de lo más
precario y rastrero, no quiere perder el alocado tren del progreso con sus
suvenires y sus comodidades modernas y tecnológicas que previamente nos han
sido inculcadas como necesidades por
la publicidad.
Todo lo hemos reducido a economía, somos el homo economicus, ésta maneja nuestras
vida y dependemos de ella. Se habla de prima de riesgo, inflación, recesión,
deuda…problemas todos intrínsecos al capitalismo mundializado y a la competencia
mundial provocada entre otras cosas por las potencias emergentes al capitalismo
salvaje. Tenemos una fe ciega el progreso y en la técnica creada por la ciencia
como soluciones a resolver todos nuestros problemas presentes y futuros, como
casi si fuera una religión. La fe salvadora del siglo XXI. Confiamos en sus
avances e ignoramos sus múltiples retrocesos y nocividades. No cuestionamos
tampoco nuestro sagrado sistema “democrático”, es decir, la partitocracia, ya
que como seres consumidores nos gusta también consumir política y delegar
nuestras responsabilidades existenciales en los especialistas. Creemos que
nuestro sistema es el menos malo de todos los posibles, y es esta una falacia
totalmente infundada, solo hace falta echar un vistazo por el mundo a ver lo que hemos creado de forma tan
democrática y libre para darnos cuenta del disparate que esto significa. La
cultura de masas y el espectáculo a los que somos expuestos han transformado y
deformado nuestra conciencia y nos han convertido en meros consumidores-
espectadores asalariados (o pasivos) el mundo de la mercancía y la autoridad.
¿Y qué hacemos sin desarrollismo, progreso y
capital? Con ellos ya sabemos lo que hay: destrucción del territorio, explosión
demográfica, urbanización sin control, esclavitud asalariada, contaminación,
cambio climático, condicionamiento en masa, control totalitario, nuclearización
y militarización del territorio, multiplicación de las diferencias sociales,
aniquilación ética, anomia social…
¿Y sin Estado? Con él también sabemos lo que hay:
autoritarismo, poder, patriotismo, corrupción, status, obediencia y dominación,
es decir, el aparato que consigue que todo sea así mediante la represión, el
chantaje, el engaño y el enriquecimiento fraccionado.
Para acabar con este sistema de la acumulación y el
despilfarro de recursos no podemos hacer solo reformas y pedir pacifica e
institucionalmente soluciones a los expertos o a las propias autoridades. Hay
dos opciones: O hacer la Revolución, cosa que implicaría una conciencia y una
rebeldía ahora inexistentes (pero posibles, no queremos negar la posibilidad de
una revolución plena), o reconstruir la sociedad desde abajo y desde lo local.
Cambiar totalmente nuestra mentalidad mercantilizada y acomodada para tomar
realmente las riendas de nuestras vidas. El futuro no es muy halagüeño y la
sociedad tal y como la conocemos puede dar un enorme giro por el agotamiento de
los hidrocarburos (sobre todo el llamado petróleo “barato”) y de otros
combustibles fósiles, transformando así nuestro modo de vida actual y ser aún
más dependientes del Estado y del capitalismo mundial.
Busquemos
la autonomía y el autoabastecimiento, todo ello autogobernándonos, creando
relaciones directas y comunales, sin dinero, orientándolas a necesidades reales
y no impuestas. Organizar modo de vida igualitarios, en gran parte pequeñas
organizaciones agrícolas y artesanales, mediante la ocupación y colectivización
de tierras, redes de producción y consumo autogestionados y no monetarizadas,
uso de energías renovables a pequeña escala… O en la ciudad mediante la
recuperación de espacios públicos, huertos urbanos, asambleas de barrio,
ocupaciones sociales… Para que exista una verdadera libertad y armonía con la
naturaleza tiene que haber un vasto proceso de desindustrialización,
desurbanización y descapitalización sin Estado; y este proceso puede llegar a
ser favorecido por el colapso del capitalismo, causado por el agotamiento de
las energías fósiles que le sustentan. Tampoco podemos esperar a que llegue ese
colapso con los brazos cruzados pues estaremos perdidxs. Si no entraremos en un ecofascismo donde
recursos como el agua, los alimentos o el aire serán escasos o estarán
contaminados y serán de difícil obtención. No quiero ser demasiado
catastrofista pero los tiros van por ahí y nuestro rol de espectadores
mediatizados debe cambiar o nosotrxs y nuestrxs hijxs sufriremos las
consecuencias de esta barbarie desarrollista y totalizadora. Antidesarrollismo
o barbarie.
“Debemos edificar una sociedad
postindustrial de tal manera que el ejercicio de la creatividad de una persona
nunca imponga las demás un trabajo, un saber o un tipo de consumo obligatorio” Ivan
Illich
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