La fractura hidráulica (fracking) es un “nuevo”
modelo de extracción de gas mucho más agresivo y contaminante que nos ha sido
“exportado” de Estados Unidos a pesar de
los problemas para la salud y la naturaleza que allí causó. El gas convencional
sigue el mismo camino de inestabilidad que el crudo, por eso se está teniendo
en cuenta la extracción del gas pizarra mediante el fracking a pesar de sus
riesgos. La fractura hidráulica consiste en la inyección en el subsuelo de
toneladas de agua, arena y químicos a alta presión, hacia abajo y a través de
pozos perforados a más de 2.000 m de profundidad. Esta mezcla hace que la capa
de pizarra se fracture y salga el gas hacia el pozo. Se utilizan entre 72.000 y
210.000 toneladas de agua (200 camiones cisterna) y se inyectan en el subsuelo
entre 1.500 y 4.300 toneladas de productos químicos por plataforma. La vida
productiva de los pozos es de unos 7 años, después se tienen que abandonar y
sellar. Los impactos medioambientales van desde seísmos a contaminación sobre
el agua y atmosférica. Generan numerosos residuos por las numerosas sustancias
químicas que se necesitan, además, el fluido residual generado por el fracking
contiene varias sustancias toxicas provenientes del subsuelo: metales pesados
(arsénico, cromo, plomo y mercurio) y sustancias radiactivas de origen natural
(uranio, radio y rodón), bencenos y gran concentración de sales. Por cada
plataforma estándar de 6 plazas se generaría entre 15.500 y 72.000 toneladas de
agua residual[4].
Por lo que también se contaminarían los pozos subterráneos de agua potable
(acuíferos) como ya ha ocurrido en diferentes zonas de EE.UU, sobre todo por su
gran concentración de metano. También existe contaminación atmosférica pues se
liberan grandes cantidades de componentes orgánicos volátiles y pueden formar
nubes de contaminación conocidas como “esmog”[5].
El gas natural está formado en un 97% por metano, que es 23 veces más potente
que el CO2 como gas de efecto invernadero. Durante la extracción del gas no
convencional se liberan como perdidas gran cantidad de metano. Un estudio
realizado por un equipo de la Cornell University de Ithaca (New York) ha
calculado que el gas pizarra tiene unas emisiones de gases de efecto
invernadero mayores que el carbón. Es decir, que la extracción de gas natural
mediante fracking daña la salud y el entorno incluso más que el petróleo o el
carbón, así que de energía limpia nada, como nos intentan vender. En el Estado
Español ya se han concedido permisos de investigación en Cantabria (El permiso Arquetu),
un área que ocupa 24.876 hectáreas en 9 municipios, y también en Urraca de
Burgos, un área de 95.000 hectáreas, además de estar tanteando otros muchos
lugares de la península. Los permisos de investigación implican perforación, y
en el Estado Español ya se está dando luz verde a este tipo de aberraciones. La
técnica del fracking está totalmente fuera del debate parlamentario, son
proyectos estratégicos que están fuera del “interés general”. Según se vayan
agravando las consecuencias de la crisis energética se recurrirá aún más a este
tipo de gas no convencional y se pondrá en marcha toda la maquinaria mediática,
represiva y legislativa. Por lo que no
tiene sentido oponerse al fracking sin cuestionar el modelo económico, político
y territorial que lo acompañan[6]. El llamado Estado de Bienestar y las
sociedades modernas solo se mantienen con más crecimiento y más capitalismo,
con más energía y destrucción.
Viviendo en este mundo donde se necesita de forma
masiva para la producción y el consumo masificados más y más energía, cualquier
parche o puntal que vaya decelerando la caída será apetecible para nuestra
civilización industrial, ignorando sus consecuencias ambientales y para la
salud.
El
totalitarismo energético engendrado por el capitalismo mundializado que se basa
en la idea de progreso material ilimitado y en la tecnologización de todos los
ámbitos de la vida, nos conduce a un ecofascismo propiciado por la
militarización de la sociedad y la guerra geoestratégica por recursos
energéticos y vitales como el agua. Las renovables como tal no son la solución
de nada si queremos vivir en esta civilización del despilfarro y de la
esclavitud moderna del consumo. Apuntalar y enriquecerse son sus consignas.
Conforme los hidrocarburos y su extracción vayan en declive, la locura
industrial y de los Estados hará todo lo posible para que su régimen de
dominación y mercancía se mantenga aunque para ello tengan que arrasar el
planeta y esquilmar todos los recursos, contaminando territorios y extinguiendo
especies, todo en pro del progreso y el bienestar material.
[1] Del
petróleo depende la construcción, la agricultura intensiva, la industria
química, la farmacéutica y la agroalimentaria, la producción de asfaltos,
fibras sintéticas, plásticos, abonos, plaguicidas etc. elementos indispensables
para la vida artificial y obligatoria del sistema capitalista.
[2] Como en
la amazonia peruana, donde las concesiones petroleras afectan ya a la mayor
parte de los territorios de los pueblos indígenas y en numerosas áreas
protegidas.
[3] En
sitios inhóspitos como en la Antártida o en grandes profundidades, donde su
costo de producción se dispararía al igual que los precios de este crudo.
[4] El
Permiso Arquetu. Permiso de investigación para el fracking en Cantabria.
[5] Un
estudio de Souther Methodis University concluyó que las actividades del gas
pizarra generaban mas esmog que todos los coches, camiones y aviones de la
región de Dallas-Fort Worth, un área metropolitana de más de 6 millones de
habitantes.
[6] Revista
Raíces numero 5
[7] Ibid
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